¿No les ha pasado que conocen a alguien y después de unas cuantas salidas ya piensan que se puede tratar del verdadero amor de sus vidas, pero pasadas unas semanas más se dan cuenta de que el tipo es un animal igual que el resto de hombres del planeta?
Ok, puede que sólo me pase a mi.
Maldición! ¿Es acaso un karma? ¿Qué nunca encontraré al amor de mi vida? Está bien, es mi culpa, lo sé. Me enamoro catastróficamente fácil. El verano pasado pensé haber encontrado al amor de mi vida. Resultado: un romance de menos de 4 meses y un año entero de depresión, además de varias citas con mi psicoanalísta.
Pero eso no es de lo que quiero hablar hoy. No No No. Ese tema se merece algo más que un breve post. Talvéz algún día me anime a escribir un blog sobre él, mientras tanto aqui va mi historia de hoy.
Conocí a un tipo. Ya se imaginarán: guapo, erguido, autosuficiente, ejecutivo, maduro. Un tipo de esos que inevitablemente llaman mi atención. La primera vez que lo vi pensé que jamás se fijaría en una chiquilla de mi edad y -sobre todo- tan caprichosa y engreida como yo. Al parecer, me equivoqué.
Un día, no mucho después de conocerme, me abordó sin más ni más y me robó, descaradamente, un beso. Odié su prepotencia. Odié su caracter seguro y autosuficiente, escazo en mi, que lo deja creer que nadie lo rechazará. Odié que me bese de una manera tan burda. Me odié a mi por no rechazarlo.
Recuerdo perfectamente que me dijo cuánto le gustaba. Me juró que lo traía loco. Me pidió una oportunidad para demostrarme que podía hacerme la mujer más feliz del mundo. Me invitó a almorzar el día siguiente. No me llamó hasta una semana después.
¿Alguien me puede decir qué pasa con los hombres? Si se supone que lo traigo loco cómo es que espera UNA SEMANA para llamarme!!.
G: aló bombom
Campanita: ahh.. hola
G: ¿Cómo estás princesa?
Campanita: Bien, bien, estudiando
G: Qué bueno! No me sorprende, eres una chica linda e inteligente!
Campanita: ahh.. supongo.. bueno, pensé que me llamarías antes.
G: Si preciosa, perdóname. He estado a full. Pero que te parece si nos tomamos un café más tarde o comemos algo.
Campanita: No sé. Estoy ocupada.
G: Dale... vamos... dime que sí.. te he extrañado mucho estos días.
Campanita: Bueno, un café.
G: Ya muñeca, te recojo a las 6 de la universidad. Un beso.
¡Qué fácil que soy!
Ese fué el inicio de una relación que duró poco más de tres meses. Pero llegó el momento de que, inevitablemente, saliera a la luz la verdadera Campanita. Esa Campanita que sólo existe en mis relaciones más apasionadas. Esa Campanita que no es la mocosa sonriente que siempre bromea con sus amigos, que encoge los ojos al sonreir, que dificilmente se molesta y que tiene un tono de voz bastante dulce. Apareció la Campanita bipolar. Ésa que tantos problemas me ha traido. Una Campanita que no se conforma con un novio a medio tiempo. La Campanita exigente, posesiva, caprichosa, asfixiante. La Campanita espantante. Y a la vez la Campanita que llora todo el tiempo porque, indudablemente, no es feliz.
Entonces me dí cuenta que G no éra para mi. Él no podía darme lo que yo necesitaba. Viviamos tiempos distintos (aunque suene a cliché barato y gastado). Él tenía otras aspiraciones. Lo divertían otras cosas. Yo quería ir a bailar, él prefería una cena tranquila.
Me encuentro recostada a su lado. Estamos viendo una película argentina bastante buena: "Kamchatka".
Me ratoneo. Lo beso. Pongo mi mano derecha en su nuca. Amo entrelazar mis dedos entre su lacia cabellera.
Campanita: G*
G: dime
Lo miro como suplicandole que ese momento no termine nunca. Lo miro como despidiendome. Lo miro, casi llorando, y me abrazo a él.
Campanita: Te quiero
G: Eso no es lo que me querías decir
Campanita: Si, sólo éra eso.
G: Mi amor, te llevo varios años. No intentes engañarme.
Lo miro sin poder decirle que quiero terminar con él. Me duele. Quiero que el mundo termine en ese momento.
G: ¿Estás con ganas de dejarme?
¿Cómo es que éste hombre puede leer mi mente de esa manera? Me conoce. Sabe lo que quiero antes de que yo misma lo sepa. Siento que lo amo. Siento que lo odio. Siento que no me quiero separar de él.
Asiento con la cabeza.
Me pregunta porqué. No sé responder. Le digo que no me siento conforme con cómo estamos.
Me dice que si en realidad nos queremos debemos luchar por seguir juntos. Le digo que no estoy dispuesta a seguir así. Me llama corbarde. Le grito maricón. Le increpo que es él el que no es capaz de luchar por mi. Mi voz se quiebra. Mis rodillas son vencidas. Caigo y sollozo. Se arrodilla a mi lado. Me abraza. Me consuela y me da un beso en la frente. Estoy a punto de ganarme un episodio en "Mujer casos de la vida real".
G: No quiero herirte.
Campanita: Ya lo hiciste.
Subimos al auto y vamos todo el camino cogidos de la mano. Le indica a su chofer que él se queda en un banco cerca de su oficina y le ordena que me lleve a la universidad y después se encuentre con él.
G: Piensalo bien. Te quiero y soy muy feliz a tu lado. ¿Espero tu llamada?
Niego con la cabeza.
G: Te llamo yo.
Me besa apasionadamente y se baja.
Lo veo irse y, una vez que lo perdí de vista, apoyo mi cabeza en la luna del auto y veo pasar los demas carros a mi lado mientras limpio mis lágrimas antes de llegar, sonriente, al superficial mundo de la universidad.