martes, 30 de diciembre de 2008

[.Such.A.Beautiful.Mistake.]

Hace unas horas tenía en mis manos unas 3 hojas A4 que prometían ser un post bastante bueno. Las leía y releía pensando en si las publicaría o no. Decidí no publicarlo. Contiene menciones demasiado comprometedoras para un blog cuya autora -apesar de pretender ser anónima- todos sus lectores conocen.

Hace ya más de 1 mes que no publico nada. Me han pasado tantas cosas en estos días que un blog entero no bastaría para contarlas. Así que no lo haré. No lo haré porque no puedo, no me siento lista y, sobre todo, no me da la gana.

Pero si voy a escribir sobre un tipo que conocí hace varios meses y con quien he empezado a salir. Ya se imaginarán. Exactamente cómo me gustan a mi. Maduro, divertido, seguro y sobre todo soltero. Es muy dificil encontrar a un tipo grande que no esté casado, los buenos se los cogen rápido. Es como el inicio de la temporada de verano en ripley. Los buenos bikinis -entiendase los que no dejan que se te escape un rollo y te hacen ver espectacular sobre la arena- son los primeros en agotarse. Si llegaste tarde probablemente no encuentres más que bikinis de colores chillones y con pretinas pequeñas -o sin ellas- que dejan que todas las calorias que ingeriste durante el invierno -y que no lograste desaparecer durante las rutinas de gimnasio en los últimos meses del año- se desborden provocando que tu, antes vasto, número de fans disminuya considerablemente. Lo mismo pasa con los hombres. Los buenos -entiendase guapos, sin adicciones, heterosexuales y medianamente exitosos- se casan rapidísimo. Como sea, el tipo del cuál les hablo es una falla estadística.

Cuando lo conocí me gustó de una manera alarmante. Empezé a coquetearle de un forma desprovista de todo pudor, de toda sensura, de todo autocontrol. No podía hablarle sin que mi voz se tornara coqueta, no podía mirarlo sin que mis ojos pidieran a gritos que me bese. A veces hasta pensaba que correspondía mis flirteos juveniles con miradas insinuantes y sonrisas que parecian deciar: "a mi también me encantas".

Un día, por esas casualidades del destino, nos quedamos a solas. Estaba muy nerviosa. Lo miraba y sonreía. El me miraba y lanzaba algún piropo camuflado. Me encantaba y no podía ni quería ocultarlo. Juro que mientras conversabamos le rezaba todos los dioses del Olimpo y a los caballeros de sodiaco pidiendoles que me dé un beso antes de irme. Aún no sé cuál de todos escuchó mis súplicas pues cuando me acerqué a despedirme me dió un pequeño y discreto beso. Un beso que sería el inicio de una bonita y exitante aventura.

Lo veo una vez por semana. Con suerte dos veces. Cada vez que nos vemos es espectacular. Hoy, al escribir este post, me dí cuenta de que, al parecer, estoy enamorada. Pero he pasado tantas cosas que ahora sé que no puedo permitirme enamorarme de él. Ambos sabemos que se trata de algo temporal. Ambos sabemos que nunca seremos algo más que un affair. Ambos sabemos -sí, estoy segura de que él tambien lo sabe- que lo amo. Lamentablemente -para mi- el ama a alguien más. Permitirme involucrarme más con él significaría salir demasiado herida y, sinceramente, no aguantaría algo así.

Supongo que éste es el final de lo que fué un hermoso error.

1 comentario:

Ricardo dijo...

"Nunca escribas pensando en lo que el lector pueda pensar" eso lo dijo (o escribió) una persona inteligentísima, pero es prudente que a veces no publiques algunas cosas, lo importante es que lo escribiste. Feliz año!