lunes, 6 de abril de 2009

-Día Vomitivo-


¡Estoy harta! ¡Hoy seré grosera! ¡Hoy escribiré desprolija! Hoy no me interesa lo que usted, mi estimadísimo lector, opine de mí.


Llegué –como nunca- tempranísimo a la oficina. Pero, como debí imaginar, no había nadie. ¡Claro! ¡Típico en mi, que creo que todo gira alrededor mío! Como yo tengo mucha chamba pendiente, creo –errónea e ilusamente- que todos llegarán igual de temprano que yo. ¡Pues no! ¡Ni la recepcionista ha llegado!


Enciendo el monitor de mi computador y me encuentro con –aproximadamente- unos 10 correos electrónicos –la mayoría recordándome la cantidad exorbitante de trabajo que tengo acumulado-.

No me molesta demasiado. Me gusta mucho mi trabajo y disfruto enormemente haciéndolo. Además, estar bajo presión me ayuda a hacerlo mejor.


Paso el día trabajando y, a pesar de que el cansancio y el estrés empiezan a abrumarme, hoy nada puede mermar mi buen humor.

¿Por qué?, se preguntarán ustedes. ¿Qué opiáceo puede tener de buen humor a ésta muchachita amargada, ansiosa y carente –desde hace un tiempo bastante largo- de atención sexual?


Pues –para variar- nada más y nada menos que un hombre. No podía ser de otra manera. Ilusos aquellos que pensaron que se podría tratar de otra cuestión.

Hoy es mi primera clase con Darío.

Darío –docente de la universidad donde hago las veces de estudiante- fue mi profesor en alguna ocasión no muy lejana. Durante el semestre en que me dictó largas horas de clase –en las cuales yo fingía escucharlo cuando en realidad no hacía otra cosa que verle el trasero- desarrollé una fuerte atracción –intelectual y sexual- por él. No hace falta decir que él jamás correspondió a mis infructuosos intentos de seducirlo por lo que, al final, lo único que logré obtener de él fue una bonita y sincera amistad.


¡Hoy volveré a verlo! Me he matriculado en un curso –que no pertenece a mi carrera, pero que llevo en honor a una “especialidad” que estoy haciendo- en el cual Darío es mi nuevo profesor.

Como amigo, Darío es genial. Como profesor: ¡es extraordinario! Siempre tuvo la paciencia para explicarme lo que mi –estrecho, reducido y cuadriculado- cerebro de abogada no entendía acerca de números, fórmulas y flujos.


Entonces –nuevamente, como nunca- llego temprano a la clase. No hay nadie -¡vaya novedad!-. Abandono mi cartera, mis copias, mi cuaderno y el expediente que estoy trabajando en el salón de clases para sentarme en la escalera del pabellón y hablar tranquilamente por teléfono.

Súbitamente, llega Darío. Me saluda –y creo que nota lo feliz que me hace volver a verlo-. Entramos juntos al salón de clase y mientras yo me acomodo en una carpeta –lo suficientemente cercana a su escritorio como para que no tenga que encoger los ojos cada vez que quiera ubicarme con la vista durante la clase pero, a la vez, lo suficientemente lejana a su escritorio como para que no note los charcos de baba que inundan mi carpeta cada vez que el habla- me cuenta como le ha ido estos días.

No llevamos ni 5 minutos conversando cuando de pronto entra una pandilla de mocosas –está bien, quizá no tan mocosas- armando tremendo alboroto. Creo que no tuve el tiempo suficiente para reaccionar ante el grupete de féminas cuando me dí cuenta de que una de ellas –una chica no muy alta, trigueña y de rostro no demasiado agraciado pero tampoco lo suficientemente desfigurado como hubiese deseado yo- se encontraba colgada del cuello de Darío! La muy licenciosa había saltado –cual primate en celo- sobre mi profesor, cuasi-ahogándolo con los besos que le suministraba sin el menor respeto por el público presente.


Una vez que ya le había decorado el rostro con lápiz labial barato y se había encargado de impregnar su perfume vomitivo en la camisa de mi –tan atractivo- mentor, tomó asiento en la carpeta más cercana a él y le sonrió de la manera más descarada, burda y sin clase que he visto en mi vida.

Darío le devolvió la sonrisa algo atónito, pero prefirió ignorar el episodio y comenzar la lección del día.

Mientras el resto de alumnos llegaba me fui dando cuenta de que, en aquel endemoniado curso, se habían inscrito también una –nada pequeña- cantidad de amigos de SPRTN -el ex novio de quien hablé en posts anteriores-.


La incomodidad se hizo cada vez más fuerte y durante varios momentos tuve ganas de salir corriendo del salón e irme a casa a llorar –cual protagonista de alguna novela mexicana de bajo presupuesto-.

El sólo hecho de pensar que compartía un espacio tan reducido –como es un salón de clases- con un grupo de gente que, muy probablemente se había burlado de mi en más de una ocasión mientras que SPRTN les contaba lo perdedoramente enamorada que estuve de él y la cantidad de estupideces que fui capaz de hacer en nombre de ese “amor”, me producía una mezcla de claustrofobia, mareos y ganas de vomitar –de vomitar encima de la feladora que se había arrojado encima de Darío, por supuesto-.


Encima de todo, el porcentaje de estudiantes ováricas –léase, portadoras de ovarios- era increíblemente grosero. El 90% del alumnado era femenino. Y ya todos sabemos lo competitivo que es el ambiente femenino. Me sentí reprimida, intimidada, disminuida. Me sentí –casi, casi- como la lentejita marrón de la propaganda de lentejas D'onofrio. Me encontraba fuera de lugar. No solo estaba sola contra todos ellos, sino que estaba en SU cancha, en SU territorio. Así que, al igual que los camaleones, decidí camuflarme y pasar desapercibida en salvaguarda de mi propia supervivencia.


Aguanté. Reprimí mis deseos de huir de aquel monstruoso ambiente y resistí –con casi la misma intensidad con la que se resiste una sesión de depilación con cera- hasta el final de la clase.


Pero cuando pensaba que NADA peor podía pasar, ocurrió. Darío concluyó la clase y pidió a todos que formen grupos para la elaboración de un trabajo cuya presentación sería la última semana de clases. Entonces, como era previsible, se armó una alharaca incontrolable en la que todos querían “hacer grupo” con sus amigos más cercano. Claro está que yo ahí no tenía ningún amigo cercano, es más, no tenía ningún amigo, conocido o similar. Lo más cercano a un “pata” que tenía en ése salón de clases se encontraba en mi cartera esperando a ser fumado apenas abandone el recinto universitario.


Para terminar de arruinar mi vida –porque cuando vienen cosas malas no vienen solas- Darío comunica a la clase que necesita un “delegado”. Probablemente no había terminado de pronunciar la palabra “delegado” cuando la accesible y canina muchachita de tez trigueña de quien escribí líneas arriba ya había levantado su mano auto-proponiéndose.


“¿Alguien quiere proponerse? Porque hay una voluntaria” pregunta Darío a la clase.


La posibilidad de auto-proponerme cruza mi mente por medio segundo para después ser opacada por una imagen de elecciones a mano alzada en la que ella obtenía todos los votos –y cómo no si son todos sus amigos- mientras yo quedaba en ridículo una vez más. La clase termina y abandono el salón rápidamente y sin mirar atrás, por lo que choco torpemente con un par de muchachos en el pasadizo.

Apenas subo al taxi que me conduciría hasta mi departamento empiezo a sollozar de una manera incontrolable, ridícula, indignante. Lo peor de todo es que mi maquillaje se arruina y al llegar a mi casa me encuentro con una reunión de muchachos –algunos bastantes atractivos- en mi sala. Saludo intentando no mirar muy de frente para ocultar mi rostro llovido. Me apropio de un par de cervezas heladas y me encierro en mi dormitorio a seguir trabajando. Definitivamente éste no ha sido mi mejor día.

Odié éste día. Odié ésa maldita clase! Y, sobre todo, odio a la resbalosa de mi compañera de curso.


El único consuelo que me queda es que deseo -con todas mis fuerzas- que la desquiciante muchachita de quien les hable sea verdaderamente Tonta! O, por lo menos, lo suficientemente descerebrada como para no atraer a Darío -en realidad, siendo sinceros, espero que sea sub-normal la muchachita ésta-. Y, más que todo en el mundo, espero que a Darío no le parezca atractiva.



PS: Respetadísimo e inexistente lector, le pido sepa disculpar la vulgaridad del presente post.


NOTA: Escuché ésta canción y no pude evitar pensar en mi simpatiquísima compañera de estudios. Les dejo el link:

http://www.youtube.com/watch?v=FgxJGyweSGI

No hay comentarios: