miércoles, 23 de diciembre de 2009

23/12/09

¿Qué haces cuando la principal razón de tu felicidad es también la principal razón de tus sufrimientos?

¿Qué haces cuando te das cuenta de que la persona que amas no es para ti, pero aún así no la puedes dejar?

¿Qué haces con esos amores perniciosos, dañinos, nocivos?

Ya no sé si en realidad estoy enamorada de G.

Cómo puedo estar realmente enamorada de una persona que me hace tanto daño, a quien parecen no importarle mis sentimientos, mi sufrimiento, mi desesperación.

G se comporta como un canalla y yo ya no sé si lo que siento por él es amor, deseo o si se trata de un capricho adolescente.

Cuál es la lógica de seguir con alguien cuyo amor te hace inmensamente desdichada.

G no es capaz de darme lo que necesito –aunque en realidad no estoy segura de si, todo eso que le demando, lo necesito o simplemente lo quiero-. Quiero atención, quiero compromiso, quiero seguridad, quiero amor verdadero, quiero sexo desenfrenado, loco y pasional. Esto último es –lamentablemente- lo único que G está en condiciones de darme.

Estoy condenada.

No tengo mayores opciones.

“Todos los caminos llevan a Roma”, dice un conocido proverbio y parece que a mí esa frase me cae a pelo.

Tome la decisión que tome –si es que llego a tomar alguna-, inevitable e ineludiblemente terminaré de la misma manera: devastada, arruinada, consumida.

Si sigo con G, mi vida seguirá llena de dudas, de mentiras, de amargura. Seguir con G es condenarme a una vida llena de dolor, a una vida triste, a una vida deplorable.

Terminar con G, en cambio, es morir. Morir trágica y dolorosamente. Terminar con G es ponerle fin a todo, incluso a mi misma. Como dije, terminar con G es morir.

Cómo decidir entre esas dos opciones que –evidentemente- ni siquiera son opciones.

G se está llevando consigo mis fuerzas, mi juventud, mi alegría. G se está llevando mi vida y, sinceramente, creo que no la quiero de vuelta.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

A propósito de masoquistas...

Había una vez, un León grande y fuerte, con una melena dorada que bailaba al ritmo del viento. Vivía en un monte verde, frondoso, casi casi impenetrable. Era el amo y señor del lugar. Los otros leones lo seguían, uno que otro lo odiaba, pero no había ninguno que se atreviese a enfrentarlo abiertamente. Esa sonrisa ganadora, esos ojos color del tiempo, habían logrado que cada una de las leonas de los alrededores cayera rendida a sus pies. Sin embargo, éste León no era el típico León bueno y justo que todos conocemos de los cuentos infantiles. Éste era un León más bien malo, perverso, cruel. Su mayor pasatiempo era perseguir a los pequeños animales del monte y degollarlos hasta que no quede nada de ellos.

Andaba G –digo, el León- trotando por el bosque, cuando de pronto siente un olor penetrante, dulce, adictivo. Se esconde rápidamente y busca el origen de tan inusual aroma. Se mantiene en silencio y logra escuchar los latidos de un corazón que parecen ir a una velocidad descontrolada.

Entonces la ve.

Una Gacela va corriendo por aquel mullido monte y el sol de la mañana hace ver su pelaje brilloso y calido. Su trote es suave y su velocidad no es espectacular, pero es evidente que sólo está dando un paseo, ésa no es su máxima capacidad.

La naturaleza de G lo hace sobresaltarse, quiere echarse a correr detrás de aquel apetitoso manjar y devorarlo hasta que no quede nada de el. Sin embargo, pronto se da cuenta de que no podrá atraparla si la ataca de frente, es una presa demasiado veloz.

Entonces G –haciendo gala de su cinismo y desvergüenza- idea una trampa en la que, muy probablemente E –digo, la Gacela- caerá fácilmente.

El león raspa la piel de su propia pata derecha con uno de sus afilados dientes de manera que brote un poco de sangre sin demasiado dolor y empieza a aullar de una manera descontrolada.

E, la Gacela, se acerca rápidamente, guiada más por la curiosidad que por el ánimo de ayudar a algun animal indefenso.

Y entonces lo vé. Lo ve agazapado en la hierba con su melena dorada iluminando la escena y la expresión más inocente que se pueda encontrar en uno de su especie.

La Gacela lo ayuda trayendo un poco de agua en sus fauces.

El león bebe y se mantiene recostado. Ella se recuesta a su lado.

Ahora todo está listo. No hay mucho tiempo. G debe atacar.

Pero antes siquiera de que el león tuviese tiempo de dejar ver sus brillosos dientes marfil, la Gacela –imprudente, insensata, irreflexiva- se acerca un poco más y se recuesta en su pecho.

El león siente como la sangre de la Gacela recorre su cuerpo contorneado y siente como ésa sangre lo llama, canta para él. Pero por alguna extraña razón no puede atracarla, siente que su mundo no volvería a ser el mismo si ella deja de existir. Sus instintos y su corazón se debaten en su fuero interno.

Ella lo mira y reconoce el peligro. Sin embargo su cuerpo no la deja irse y besa los labios de aquel desalmado León.

Y así es como el León se enamoró de la Gacela.

¡Qué gacela tan estúpida!

¡Qué León tan morboso y masoquista!

martes, 15 de diciembre de 2009

"Entre la espada y la Pared"

Hace no mucho escuché en la radio una canción que al instante me robó varias lágrimas.

Ha de ser porque cuando una está enamorada se siente identificada con todas las canciones del mundo. Sin embargo, ésta en particular me hizo llorar como una quinceañera desflorada.

Aquí les copio la letra de la canción. Díganme si no se identifican.

¿Cómo escaparme de tu lado?
¿Cómo olvidarme del ayer?
¿Cómo borrar de mi pasado
la ternura de tus labios,
la textura de tu piel?

Cómo podré empezar de nuevo
si sigues vivo aquí en mi ser,
encadenado a mi memoria;
yo sigo igual en ésta historia:
entre la espada y la pared

Es que si yo vuelvo contigo
tu seguirás matándome...
con tus mentiras y maldades,
con tus infidelidades
¡ya no se qué voy a hacer!

Pero si escapo de tu lado,
sé que sin ti no viviré.
Es que te amo demasiado
y sé que sola me he quedado
Entre la espada y la pared.

Yo ya no sé que es más terrible:
si estar contigo o sin ti.
Sé que tendré que decidirme:
si quedarme o rendirme
¡Ya no sé que voy a hacer!

lunes, 7 de diciembre de 2009

Espero pronto ser feliz.

Cómo puedes plantar a una persona 4 veces en 3 días?

Cómo puedes plantar a TU NOVIA 4 veces en 3 días?

Ok. Tampoco es que G y yo seamos novios en todo el sentido de la palabra, pero se suponía que llevábamos una relación medianamente seria -¿o sería todo producto de mis desvaríos juveniles?-.

En fin. Como sea, G se está encargando -no sólo de hacerme sentir olvidada, insignificante e intrascendente sino también- de alejarme de su vida.

Si bien me duele, como si me lanzaran un puñal, cada vez que G me hace un desplante o rompe alguna promesa, mi corazón se va acostumbrando y cada vez duele menos. Cada vez me importa menos.

Desearía que no fuese así. Desearía amarlo con la misma pasión que siempre.

Quizás si G se hubiese alejado, si por alguna razón fuera de su control me hubiese tenido que dejar, lo seguiría amando con la misma intensidad, con el mismo furor.

Sin embargo, sus desplantes y sus malos tratos hacen que cada vez lo quiera menos, que cada vez dude más de si lo amo o no.

No sé si debo agradecerle a G por todo esto. Definitivamente yo sabía que G no era para mí así que supongo que él sólo me está haciendo las cosas más fáciles.

Espero que G se esté dando cuenta de que está haciendo todo lo posible para perderme. Espero que G se esté dando cuenta de que me está perdiendo. Espero que G haga algo para no perderme. Sé que G no moverá un dedo por no perderme. Sé que a G no le importa perderme.

Espero que éste momento de amargura, tristeza y desesperación pase pronto.

Espero encontrar pronto al verdadero príncipe azul de mi cuento.

Espero pronto ser feliz.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Quiero olvidarme de G.

Harta! Estoy Harta!!

No quiero saber nada más de G.

Quiero llorar, simplemente. Sólo quiero llorar.

G es un cretino, un tal por cual, un cualquier cosa.

G es un mentiroso. G no me ama ni un poquito.

Estoy cansada de G, de sus promesas, de sus mentiras.

A G no le importa perderme. Creo que G ni siquiera quiere tenerme.

Y hoy me siento insignificante. Y escribo torpe, tarda.

¿Es que acaso no soy lo suficiente mujer como para que me ame de la misma forma en que lo amo yo?

Lo odio! Lo odio con todas mis fuerzas!

Lo odio más que a nada en el mundo!

Lo odio y quisiera no amarlo de ésta forma tan irracional, tan estúpida, tan pánfila.

Quisiera nunca haberlo conocido.