Más de una vez, después de alguno de mis numerosos –y tormentosos- rompimientos amorosos, mi madre –al verme hecha un moco tirada en mi cama al borde del suicidio- me dijo: “Nadie, es indispensable gordita… el tiempo lo cura todo”.
Para comenzar, ¿Por qué ése afán de mi madre en llamarme “gordita”? La escucho hablar de mí con sus cincuentonas amigas –de las cuales mi madre es la más guapa de todas, por supuesto- y decir: “Si pues… mi gorda es una desordenada”. Madre, agradezco desmedidamente el hecho de que me hayas mantenido en tu vientre 9 meses y me hayas soportado –no tan pacientemente como hubiese deseado- por 20 años, pero “Gorda” no es un apodo que me guste demasiado –in fact, i hate it!-.
“Nadie es indispensable”
Una frase –no muy de mi agrado- muy usada en los centros laborales con el fin de crear incertidumbre acerca de la estabilidad laboral de los trabajadores bajo el precepto de que así “darán lo mejor de sí”. ¡BULLSHIT!
Si bien es cierto que los “trabajadores” como tales, no son –creo que ahora debo decir “somos”- indispensables, las personas –como seres humanos- si lo somos. Es probable que podamos reemplazar fácilmente a una recepcionista, a un arquitecto, a un abogado o a un practicante –como es mi deprimente caso-, pero existen otros papeles –o roles de personas- que no son tan fáciles de reemplazar.
Por ejemplo, jamás podrás reemplazar a tu pata del alma. A ése pata que te regaló su último condón cuando más lo necesitabas. Ése pata que cuando te quedaste sin un solo sol… te puso la chela. Ése pata que, aunque se moría por levantarse a tu flaca, se aguantó y se la imaginó con barba y un bulto en el pantalón. ¡Ése pata! Que en tu primera borrachera te acompaño hasta el baño y te ayudo a vomitar y que, cuando ya había terminado la fiesta y era hora de volver a casa, tuvo la gentileza de llevarte –casi cargado- hasta la puerta de tu casa, tocar el timbre y salir corriendo.
Jamás podrás reemplazar a tu vieja. Porque las madres –quiéranlo o no- son lo máximo. Jamás voy a poder encontrar a alguien que se levante a las 5am para prepararme una taza de leche y un sándwich –que metía en mi bolso sin imaginarse que lo regalaría a un niño de la calle en el camino-. Jamás voy a poder reemplazar a mi vieja… que se emocionaba cada vez que veía una oferta en el centro comercial –algo así como “antes: US$ 180.00; ahora: US$ 179.99”- y pensaba, sinceramente, que se trataba del negocio de su vida!
Y así podría continuar enumerando personajes, roles y papeles que son realmente imprescindibles –y por tanto, inolvidables-. Ni siquiera el tiempo –como decía mi mamá- podría curar el vacío que éstos dejaron en nosotros. Hay personas que pasan por nuestras vidas una sola vez y la marcan para siempre –ya sueno a tarjeta barata de hallmark-.
A lo que quiero llegar, señores, es a que YO –en definitiva- soy inolvidable.
Sé que suena raro que lo diga yo misma. Es más, suena un poco contradictorio pues me he pasado los últimos meses auto-vapuleándome a medida que publicaba un post tras otro. Sé que he dicho que me auto-boicoteo en todas mis relaciones de pareja, lo cual no tiene una pizca de falso. Es verdad, soy mi peor enemiga. Soy mi más peligrosa amenaza. Soy la que, más queriendo que sin querer, arruina, destruye, demuele y desmantela mis relaciones con mejor potencial para el éxito.
Aún así, en mi defensa debo decir que mi última ruptura no fue ni un 0.01% mi culpa. Yo hice las cosas bien. Yo fui totalmente sincera. Yo confié. Yo olvidé. Yo me enamoré –una vez más-. Yo me aguante las ganas de lanzarme encima de JP aún cuando lo tenía groseramente cerca –aunque quién sabe si JP me hubiese correspondido, lo más probable es que me hubiese mandado por un tubo-. Yo me comporté –aún cuando eso de hacer lo correcto no sea muy de mi agrado-. Yo fui tierna, comprensiva –desmedidamente comprensiva- y pasional.
G jamás podrá olvidarme y yo pronto me olvidaré de él.
Quizás éste post sea más una terapia para blindar mi zaherido y estropeado ego que un verdadero artículo semi(pero muy “semi”)-literario.
What ever… sólo estoy segura de una cosa: G nunca se olvidará de mí.
Porque, mi estimado G, para olvidarte de mi tendrías que volver a nacer.
Para comenzar, ¿Por qué ése afán de mi madre en llamarme “gordita”? La escucho hablar de mí con sus cincuentonas amigas –de las cuales mi madre es la más guapa de todas, por supuesto- y decir: “Si pues… mi gorda es una desordenada”. Madre, agradezco desmedidamente el hecho de que me hayas mantenido en tu vientre 9 meses y me hayas soportado –no tan pacientemente como hubiese deseado- por 20 años, pero “Gorda” no es un apodo que me guste demasiado –in fact, i hate it!-.
“Nadie es indispensable”
Una frase –no muy de mi agrado- muy usada en los centros laborales con el fin de crear incertidumbre acerca de la estabilidad laboral de los trabajadores bajo el precepto de que así “darán lo mejor de sí”. ¡BULLSHIT!
Si bien es cierto que los “trabajadores” como tales, no son –creo que ahora debo decir “somos”- indispensables, las personas –como seres humanos- si lo somos. Es probable que podamos reemplazar fácilmente a una recepcionista, a un arquitecto, a un abogado o a un practicante –como es mi deprimente caso-, pero existen otros papeles –o roles de personas- que no son tan fáciles de reemplazar.
Por ejemplo, jamás podrás reemplazar a tu pata del alma. A ése pata que te regaló su último condón cuando más lo necesitabas. Ése pata que cuando te quedaste sin un solo sol… te puso la chela. Ése pata que, aunque se moría por levantarse a tu flaca, se aguantó y se la imaginó con barba y un bulto en el pantalón. ¡Ése pata! Que en tu primera borrachera te acompaño hasta el baño y te ayudo a vomitar y que, cuando ya había terminado la fiesta y era hora de volver a casa, tuvo la gentileza de llevarte –casi cargado- hasta la puerta de tu casa, tocar el timbre y salir corriendo.
Jamás podrás reemplazar a tu vieja. Porque las madres –quiéranlo o no- son lo máximo. Jamás voy a poder encontrar a alguien que se levante a las 5am para prepararme una taza de leche y un sándwich –que metía en mi bolso sin imaginarse que lo regalaría a un niño de la calle en el camino-. Jamás voy a poder reemplazar a mi vieja… que se emocionaba cada vez que veía una oferta en el centro comercial –algo así como “antes: US$ 180.00; ahora: US$ 179.99”- y pensaba, sinceramente, que se trataba del negocio de su vida!
Y así podría continuar enumerando personajes, roles y papeles que son realmente imprescindibles –y por tanto, inolvidables-. Ni siquiera el tiempo –como decía mi mamá- podría curar el vacío que éstos dejaron en nosotros. Hay personas que pasan por nuestras vidas una sola vez y la marcan para siempre –ya sueno a tarjeta barata de hallmark-.
A lo que quiero llegar, señores, es a que YO –en definitiva- soy inolvidable.
Sé que suena raro que lo diga yo misma. Es más, suena un poco contradictorio pues me he pasado los últimos meses auto-vapuleándome a medida que publicaba un post tras otro. Sé que he dicho que me auto-boicoteo en todas mis relaciones de pareja, lo cual no tiene una pizca de falso. Es verdad, soy mi peor enemiga. Soy mi más peligrosa amenaza. Soy la que, más queriendo que sin querer, arruina, destruye, demuele y desmantela mis relaciones con mejor potencial para el éxito.
Aún así, en mi defensa debo decir que mi última ruptura no fue ni un 0.01% mi culpa. Yo hice las cosas bien. Yo fui totalmente sincera. Yo confié. Yo olvidé. Yo me enamoré –una vez más-. Yo me aguante las ganas de lanzarme encima de JP aún cuando lo tenía groseramente cerca –aunque quién sabe si JP me hubiese correspondido, lo más probable es que me hubiese mandado por un tubo-. Yo me comporté –aún cuando eso de hacer lo correcto no sea muy de mi agrado-. Yo fui tierna, comprensiva –desmedidamente comprensiva- y pasional.
G jamás podrá olvidarme y yo pronto me olvidaré de él.
Quizás éste post sea más una terapia para blindar mi zaherido y estropeado ego que un verdadero artículo semi(pero muy “semi”)-literario.
What ever… sólo estoy segura de una cosa: G nunca se olvidará de mí.
Porque, mi estimado G, para olvidarte de mi tendrías que volver a nacer.
3 comentarios:
A estas alturas ya debería estar acostumbrado, pero no deja de sorprenderme lo bien que escribes... you're so goddamned gifted !!!
Leerte es tan estimulante que casi duele.
Sigue así.
como de costumbre es real, tendria que empezar a vivir de nuevo para no recordarte, aunque si naciera de nuevo lo primero que haria en lugar de mi grito de llanto, SERIA BUSCARTE.
Barking dogs never bite.
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