Suenan campanas de iglesia.
Juan Pablo está esperando en el altar, tan atractivo como siempre.
Carla, hermosa y delicada, camina hacia el altar.
La multitud los mira, los admira. Difícilmente se encuentran parejas tan afines.
Parecen hechos el uno para el otro.
Elena, sentada en la última banca de la iglesia ve como Juan Pablo se le escapa de las manos.
Elena está dispuesta a aceptar únicamente lo que Juan Pablo puede ofrecerle: un poco de sexo casual. Elena no está dispuesta a dejar a Juan Pablo, está enamorada de él, lo necesita, lo desea, le hace falta. Elena y Juan Pablo mantienen, a pesar del matrimonio de él, un romance secreto y lleno de pasión.
Juan Pablo cierra la puerta detrás de él. Elena lo había estado esperando.
Se miran y no hacen falta más de 3 segundos para que uno esté encima del otro.
Elena siente como Juan Pablo la hace suya una vez más, como le hace el amor.
Ella ya es de él aunque él nunca sea de ella.
Elena explota en un orgasmo único y cae extasiada sobre Juan Pablo.
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Dan las 6 de la mañana y suena el siempre inoportuno despertador.
Ha sido una noche mágica, piensa Elena mientras se da vuelta en busca del hombre que ama.
No está.
No se ha marchado.
Simplemente no pasó.
Una lágrima recorre la mejilla de Elena al darse cuenta de que todo fue sólo un maravilloso sueño.
Elena nunca fue de Juan Pablo.
Juan Pablo nunca fue de Elena.
Elena despierta para darse cuenta de que él no está, nunca estuvo.
Juan Pablo despierta para darse cuenta de que ella no está, nunca estuvo.
Todo fue un sueño maravilloso. Todo fue una mentira. Todo fue lo que ambos desearon que fuera y lo que nunca pudo ser.
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