viernes, 27 de noviembre de 2009

Cómo me gusta exagerar!

Estamos viernes por la mañana y no he visto a G desde el martes por la noche.


Si, ok. No es demasiado tiempo, pero yo estoy al borde de la histeria.

Ayer por la noche suena mi celular y salgo de la muy entretenida clase en la que estaba sumida.

Hola!, digo al reconocer su número en la pantalla del celular mientras camino al baño de chicas.

G: “Hola princesa, cómo estas? Qué estás haciendo?”

C: “Nada, estoy en la universidad y mi clase está aburridísima!”

G: “Y a qué hora terminas?”

C: “Se supone que a las 10, pero probablemente me vaya a las 9”

G: “Ok. Oye amor, has visto cómo están maleteando al Alcalde de Surco? Dicen que no está haciendo nada”

C: “No les falta razón”

G: “¿Por qué amor? Hay obras en todos lados”

C: “No sé G, estoy de mal humor”

G: “Por qué?”

C: “Porque te extraño y me siento muy sola!”

G: “Bah... amor! No seas boluda! No estás sola! Cuántas veces al día hablamos? 5? 6? Te haces una película tu sola. Yo estoy contigo mi amor. Si bien esta semana no hemos podido vernos más que el martes, mañana nos vemos de todas maneras y la semana pasada nos vimos casi todos los días. Yo estoy contigo amor, pero es que tengo obligaciones y tu también. Si yo estoy libre tu estas trabajando y viceversa. Pero estoy contigo amor y sé que tengo a una mujer maravillosa a mi lado y estoy seguro de cuanto me amas, por eso tu también deberías estar segura de cuanto te amo yo”

C: “Ok, tienes razón. Me he hecho una novela. Lo siento.”

G: “Ya sé que quizás no te engrío ni te atiendo como quieres o como estás acostumbrada, pero es que no puedo mi amor, estoy trabajando”.

C: “Lo siento” L

Creo que estoy exagerando un poco las cosas y quizás G se llegue a cansar de mí en el corto plazo, pero necesito –desesperadamente- ser atendida, ser amada. Y talvez lo soy, pero no sólo quiero ser amada, sino sentirme amada.

Me muero de miedo de aburrir a G con mis infantiles caprichos y pataletas y sin embargo no estoy segura de querer seguir con G si no me puede dar nada más.

¡Qué afán el mío para autoboicotarme, carajo!


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