Estoy de boleto.
Tuve que amanecerme haciendo un trabajo y ahora ya no puedo más con el sueño. Creo que mi cuerpo no es lo resistente que solía ser. Recuerdo con tristeza mis primeros ciclos universitarios, cuando podía permanecer despierta durante días y días alimentándome únicamente con tazas de café, litros de coca cola, “taxigen” en comprimidos y una buena ración de cigarrillos light.
En fin. Decía que mi cuerpo no tiene la misma “performance” de hace algunos años. Es por eso que, apenas me subo al taxi que me llevará a la universidad, el cansancio y el sueño empiezan su lucha por vencerme. Estoy mareada –llevo algunos días así-, por lo que abro un poco la ventana del taxi con la esperanza de que el viento me ayude un poco con estas nauseas mierdosas.
Tengo la cartera sobre el regazo y el celular aprisionado por mi mano derecha -esperando tontamente una llamada que nunca llegará-. Mis parpados no han terminado de rendirse cuando de pronto siento como el brazo en el que llevo el bolso es sacudido violentamente. Abro los ojos rápidamente y veo el torso del hombre que intenta apropiarse de mis pertenencias.
En un acto reflejo me aferro a mi cartera mientras el cretino –inescrupuloso, crápula, barbaján- forcejea tratando de asaltarme. Grito –como una loca, por cierto- y el chofer, quién hasta ése momento no se había percatado de la situación, voltea y sujeta del brazo al patán. La disputa no dura más de unos segundos pero para mí se vuelve una eternidad. El puño del ladronzuelo sin clase me golpea el rostro y, sólo cuando cae en la cuenta de que el “punzeo” (palabra que aprendí del bárbaro vocabulario de colegio fiscal de mi hermano menor) está demorando demasiado, suelta todo y huye como la vil escoria que es.
Rompo en llanto -¿Qué esperaban?-. Soy una chiquilla llorona y engreída que no está acostumbrada a éste tipo de tratos. Pienso en llamar a mi padre y llorarle por teléfono pero decido no hacerlo, luciría demasiado tonta y dependiente.
Por la noche, muchísimo más tranquila, me conecto al popular MSN –para figurar como conectada pero no hablar con nadie, obviamente-.
Mientras reviso mis cuentas electrónicas un cuadro emerge de la esquina inferior derecha de mi pantalla. C, un fugaz ex novio, me saluda y pregunta como estoy. Hace algunos días volvimos a entrar en contacto después de casi un año. Por alguna razón me dice que me extraña y me hace notar que recuerda todos los detalles de los efímeros días en que fuimos novios. Le comento lo sucedido y se muestra preocupado por mí.
“¡Cómo quisiera estar contigo ahora y protegerte!”, escribe C.
No puedo evitar que me suene cursi y fuera de lugar pero le agradezco el comentario con un neutral: “muy lindo de tu parte”.
Sin embargo, su melosa acotación me deja pensando.
En realidad desearía contar con alguien que estuviese conmigo, protegiéndome.
Desearía contar con alguien que sea sólo para mí. Desearía no tener que preocuparme nunca más por nada que no sea hacerte feliz. Desearía que el mundo sea otro. Desearía sentirme querida, amada, PROTEGIDA.
Desearía sentir que nada me puede hacer daño simplemente porque estás a mi lado. Desearía que sintieras por mí la décima parte de lo que yo siento por ti.
Pero la vida es la vida y esto es lo que me toca vivir a mí.
Tendré que buscar a mi propio príncipe azul –o en su defecto, a mi propio ogro verde y feo-.
Entonces… ¿algún voluntario?
2 comentarios:
Los príncipes son buscables, porque normalmente se hacen notar, se dejan ver desde lejos sobre albo y brioso corcel, con el estandarte al viento, la mirada segura, la sonrisa ganadora y desafiante. Los príncipes tienen toda una campaña de marketing a su alrededor. Lamentablemente los principes en estos dias vienen algo devaluados, inconsistentes, insubstanciales, por eso de que "un gramo de imágen equivale a un kilo de realidad". Claro, toda generalización es grosera, pero en esencia es lo que hay.
Los ogros, por el contrario, no los buscas. Normalmente ellos te salen al encuentro. Y normalmente también, las personas los desprecian porque... bueno, porque son ogros; son feos, gordos, sucios, algo idiotas, poco articulados, seriamente acomplejados... una desgracia.
Y lamentablemente nunca nadie vió el corazón de un ogro, porque usualmente los príncipes se ocupan de cazarlos y destruir sus restos. Pero sospecho que los corazones de los ogros son tanto más tiernos como dura y salvaje es su apariencia exterior.
Ya que, mi querida Tinker, has decidido no limitar tu búsqueda a los príncipes (como es usual) sino incluir a los ogros, te diría que probablemente ya te has topado con alguno y que ni tan siquiera te has dignado mirarlo, simplemente huiste despavorida o convocaste al príncipe de turno para que lo largara a patadas... entonces, pues, si en el transcurso de tu búsqueda te topas con alguno y llegas a descifrar el tamaño de su corazón, te rogaría como nos regales un post para salir de la duda...
ohhhhh hermoso comntario!!!!!!....casi lloro!!!pro s dificil ampliar la busqueda hacia los ogros!!!...io no creo q pueda toavia no stoy preparada!!!!.....pro s normal hay dias n los q una se siente asi d sola!necsitando proteccion d dond vnga!!! asi sea un ogro! whatever!
Publicar un comentario