miércoles, 23 de diciembre de 2009

23/12/09

¿Qué haces cuando la principal razón de tu felicidad es también la principal razón de tus sufrimientos?

¿Qué haces cuando te das cuenta de que la persona que amas no es para ti, pero aún así no la puedes dejar?

¿Qué haces con esos amores perniciosos, dañinos, nocivos?

Ya no sé si en realidad estoy enamorada de G.

Cómo puedo estar realmente enamorada de una persona que me hace tanto daño, a quien parecen no importarle mis sentimientos, mi sufrimiento, mi desesperación.

G se comporta como un canalla y yo ya no sé si lo que siento por él es amor, deseo o si se trata de un capricho adolescente.

Cuál es la lógica de seguir con alguien cuyo amor te hace inmensamente desdichada.

G no es capaz de darme lo que necesito –aunque en realidad no estoy segura de si, todo eso que le demando, lo necesito o simplemente lo quiero-. Quiero atención, quiero compromiso, quiero seguridad, quiero amor verdadero, quiero sexo desenfrenado, loco y pasional. Esto último es –lamentablemente- lo único que G está en condiciones de darme.

Estoy condenada.

No tengo mayores opciones.

“Todos los caminos llevan a Roma”, dice un conocido proverbio y parece que a mí esa frase me cae a pelo.

Tome la decisión que tome –si es que llego a tomar alguna-, inevitable e ineludiblemente terminaré de la misma manera: devastada, arruinada, consumida.

Si sigo con G, mi vida seguirá llena de dudas, de mentiras, de amargura. Seguir con G es condenarme a una vida llena de dolor, a una vida triste, a una vida deplorable.

Terminar con G, en cambio, es morir. Morir trágica y dolorosamente. Terminar con G es ponerle fin a todo, incluso a mi misma. Como dije, terminar con G es morir.

Cómo decidir entre esas dos opciones que –evidentemente- ni siquiera son opciones.

G se está llevando consigo mis fuerzas, mi juventud, mi alegría. G se está llevando mi vida y, sinceramente, creo que no la quiero de vuelta.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

A propósito de masoquistas...

Había una vez, un León grande y fuerte, con una melena dorada que bailaba al ritmo del viento. Vivía en un monte verde, frondoso, casi casi impenetrable. Era el amo y señor del lugar. Los otros leones lo seguían, uno que otro lo odiaba, pero no había ninguno que se atreviese a enfrentarlo abiertamente. Esa sonrisa ganadora, esos ojos color del tiempo, habían logrado que cada una de las leonas de los alrededores cayera rendida a sus pies. Sin embargo, éste León no era el típico León bueno y justo que todos conocemos de los cuentos infantiles. Éste era un León más bien malo, perverso, cruel. Su mayor pasatiempo era perseguir a los pequeños animales del monte y degollarlos hasta que no quede nada de ellos.

Andaba G –digo, el León- trotando por el bosque, cuando de pronto siente un olor penetrante, dulce, adictivo. Se esconde rápidamente y busca el origen de tan inusual aroma. Se mantiene en silencio y logra escuchar los latidos de un corazón que parecen ir a una velocidad descontrolada.

Entonces la ve.

Una Gacela va corriendo por aquel mullido monte y el sol de la mañana hace ver su pelaje brilloso y calido. Su trote es suave y su velocidad no es espectacular, pero es evidente que sólo está dando un paseo, ésa no es su máxima capacidad.

La naturaleza de G lo hace sobresaltarse, quiere echarse a correr detrás de aquel apetitoso manjar y devorarlo hasta que no quede nada de el. Sin embargo, pronto se da cuenta de que no podrá atraparla si la ataca de frente, es una presa demasiado veloz.

Entonces G –haciendo gala de su cinismo y desvergüenza- idea una trampa en la que, muy probablemente E –digo, la Gacela- caerá fácilmente.

El león raspa la piel de su propia pata derecha con uno de sus afilados dientes de manera que brote un poco de sangre sin demasiado dolor y empieza a aullar de una manera descontrolada.

E, la Gacela, se acerca rápidamente, guiada más por la curiosidad que por el ánimo de ayudar a algun animal indefenso.

Y entonces lo vé. Lo ve agazapado en la hierba con su melena dorada iluminando la escena y la expresión más inocente que se pueda encontrar en uno de su especie.

La Gacela lo ayuda trayendo un poco de agua en sus fauces.

El león bebe y se mantiene recostado. Ella se recuesta a su lado.

Ahora todo está listo. No hay mucho tiempo. G debe atacar.

Pero antes siquiera de que el león tuviese tiempo de dejar ver sus brillosos dientes marfil, la Gacela –imprudente, insensata, irreflexiva- se acerca un poco más y se recuesta en su pecho.

El león siente como la sangre de la Gacela recorre su cuerpo contorneado y siente como ésa sangre lo llama, canta para él. Pero por alguna extraña razón no puede atracarla, siente que su mundo no volvería a ser el mismo si ella deja de existir. Sus instintos y su corazón se debaten en su fuero interno.

Ella lo mira y reconoce el peligro. Sin embargo su cuerpo no la deja irse y besa los labios de aquel desalmado León.

Y así es como el León se enamoró de la Gacela.

¡Qué gacela tan estúpida!

¡Qué León tan morboso y masoquista!

martes, 15 de diciembre de 2009

"Entre la espada y la Pared"

Hace no mucho escuché en la radio una canción que al instante me robó varias lágrimas.

Ha de ser porque cuando una está enamorada se siente identificada con todas las canciones del mundo. Sin embargo, ésta en particular me hizo llorar como una quinceañera desflorada.

Aquí les copio la letra de la canción. Díganme si no se identifican.

¿Cómo escaparme de tu lado?
¿Cómo olvidarme del ayer?
¿Cómo borrar de mi pasado
la ternura de tus labios,
la textura de tu piel?

Cómo podré empezar de nuevo
si sigues vivo aquí en mi ser,
encadenado a mi memoria;
yo sigo igual en ésta historia:
entre la espada y la pared

Es que si yo vuelvo contigo
tu seguirás matándome...
con tus mentiras y maldades,
con tus infidelidades
¡ya no se qué voy a hacer!

Pero si escapo de tu lado,
sé que sin ti no viviré.
Es que te amo demasiado
y sé que sola me he quedado
Entre la espada y la pared.

Yo ya no sé que es más terrible:
si estar contigo o sin ti.
Sé que tendré que decidirme:
si quedarme o rendirme
¡Ya no sé que voy a hacer!

lunes, 7 de diciembre de 2009

Espero pronto ser feliz.

Cómo puedes plantar a una persona 4 veces en 3 días?

Cómo puedes plantar a TU NOVIA 4 veces en 3 días?

Ok. Tampoco es que G y yo seamos novios en todo el sentido de la palabra, pero se suponía que llevábamos una relación medianamente seria -¿o sería todo producto de mis desvaríos juveniles?-.

En fin. Como sea, G se está encargando -no sólo de hacerme sentir olvidada, insignificante e intrascendente sino también- de alejarme de su vida.

Si bien me duele, como si me lanzaran un puñal, cada vez que G me hace un desplante o rompe alguna promesa, mi corazón se va acostumbrando y cada vez duele menos. Cada vez me importa menos.

Desearía que no fuese así. Desearía amarlo con la misma pasión que siempre.

Quizás si G se hubiese alejado, si por alguna razón fuera de su control me hubiese tenido que dejar, lo seguiría amando con la misma intensidad, con el mismo furor.

Sin embargo, sus desplantes y sus malos tratos hacen que cada vez lo quiera menos, que cada vez dude más de si lo amo o no.

No sé si debo agradecerle a G por todo esto. Definitivamente yo sabía que G no era para mí así que supongo que él sólo me está haciendo las cosas más fáciles.

Espero que G se esté dando cuenta de que está haciendo todo lo posible para perderme. Espero que G se esté dando cuenta de que me está perdiendo. Espero que G haga algo para no perderme. Sé que G no moverá un dedo por no perderme. Sé que a G no le importa perderme.

Espero que éste momento de amargura, tristeza y desesperación pase pronto.

Espero encontrar pronto al verdadero príncipe azul de mi cuento.

Espero pronto ser feliz.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Quiero olvidarme de G.

Harta! Estoy Harta!!

No quiero saber nada más de G.

Quiero llorar, simplemente. Sólo quiero llorar.

G es un cretino, un tal por cual, un cualquier cosa.

G es un mentiroso. G no me ama ni un poquito.

Estoy cansada de G, de sus promesas, de sus mentiras.

A G no le importa perderme. Creo que G ni siquiera quiere tenerme.

Y hoy me siento insignificante. Y escribo torpe, tarda.

¿Es que acaso no soy lo suficiente mujer como para que me ame de la misma forma en que lo amo yo?

Lo odio! Lo odio con todas mis fuerzas!

Lo odio más que a nada en el mundo!

Lo odio y quisiera no amarlo de ésta forma tan irracional, tan estúpida, tan pánfila.

Quisiera nunca haberlo conocido.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Cómo me gusta exagerar!

Estamos viernes por la mañana y no he visto a G desde el martes por la noche.


Si, ok. No es demasiado tiempo, pero yo estoy al borde de la histeria.

Ayer por la noche suena mi celular y salgo de la muy entretenida clase en la que estaba sumida.

Hola!, digo al reconocer su número en la pantalla del celular mientras camino al baño de chicas.

G: “Hola princesa, cómo estas? Qué estás haciendo?”

C: “Nada, estoy en la universidad y mi clase está aburridísima!”

G: “Y a qué hora terminas?”

C: “Se supone que a las 10, pero probablemente me vaya a las 9”

G: “Ok. Oye amor, has visto cómo están maleteando al Alcalde de Surco? Dicen que no está haciendo nada”

C: “No les falta razón”

G: “¿Por qué amor? Hay obras en todos lados”

C: “No sé G, estoy de mal humor”

G: “Por qué?”

C: “Porque te extraño y me siento muy sola!”

G: “Bah... amor! No seas boluda! No estás sola! Cuántas veces al día hablamos? 5? 6? Te haces una película tu sola. Yo estoy contigo mi amor. Si bien esta semana no hemos podido vernos más que el martes, mañana nos vemos de todas maneras y la semana pasada nos vimos casi todos los días. Yo estoy contigo amor, pero es que tengo obligaciones y tu también. Si yo estoy libre tu estas trabajando y viceversa. Pero estoy contigo amor y sé que tengo a una mujer maravillosa a mi lado y estoy seguro de cuanto me amas, por eso tu también deberías estar segura de cuanto te amo yo”

C: “Ok, tienes razón. Me he hecho una novela. Lo siento.”

G: “Ya sé que quizás no te engrío ni te atiendo como quieres o como estás acostumbrada, pero es que no puedo mi amor, estoy trabajando”.

C: “Lo siento” L

Creo que estoy exagerando un poco las cosas y quizás G se llegue a cansar de mí en el corto plazo, pero necesito –desesperadamente- ser atendida, ser amada. Y talvez lo soy, pero no sólo quiero ser amada, sino sentirme amada.

Me muero de miedo de aburrir a G con mis infantiles caprichos y pataletas y sin embargo no estoy segura de querer seguir con G si no me puede dar nada más.

¡Qué afán el mío para autoboicotarme, carajo!


martes, 17 de noviembre de 2009

Hasta que te tenga que decir adios

Lo encontré.


O tal vez el me encontró. No lo sé.


Estoy –por enésima vez- perdedoramente enamorada.


No he escrito en los últimos meses porque no he tenido la inspiración suficiente como para hacerlo. Las cosas no iban bien y me estaba yendo en picada.


Resumiré los acontecimientos para no causar bostezos ni tomatazos.
JP, mi mejor amigo (o debería decir ex-mejor amigo), ha dejado de serlo. ¿Razón? “C”.
No es que le esté echando la culpa a la guapa C, jamás. Quién sabe si yo reaccionaría igual en su lugar –ok, probablemente no-. Pero no puedo evitar que me moleste un poco su desproporcionada reacción –conste que es solo mi opinión-.
JP y yo solíamos mantener un dialogo abierto y continuo. El era quien mejor me entendía y con quién podía desahogarme sin temor a replicas hirientes y –más importante aún- siempre tenía un buen consejo para mi.
Un día, C –su alma gemela y compañera vitalicia- se enteró de lo estrecha de nuestra relación y no le gustó en lo absoluto. No sé si tendría o no razón en armar tremendo drama pero por más que le expliqué que entre JP y yo no había absolutamente nada más que una muy fuerte –al menos por mi parte- amistad, C se cerró en su mundo. En fin, como ya lo he dicho, si C quiere pelearse sola, quién soy yo para detenerla.


Es así, mis fieles e inexistentes lectores, que JP y yo ya no somos ni amigos, ni conocidos, ni nada. Trato, por todos los medios, de no cruzármelo en la universidad y si –por algún capricho del destino y gracias al diminuto campus universitario con el que cuenta la UPC- me lo cruzo, finjo que no lo veo –más aún, que no lo conozco- y paso de frente sin la más mínima vacilación, actitud con la que el parece estar más que de acuerdo.


Por otro lado, el hombre que hasta hace unos meses era el ser que más odiaba en el mundo entero –después del guardián de mi edificio, claro está- es ahora el amor de mi vida.


No sé precisamente qué es lo que ha pasado, pero resulta que ahora no me lo puedo sacar de la cabeza. G –el cretino, el desalmado, el crápula, el barbaján- resulta ser ahora el príncipe azul de mi cuento.


No sé cuanto dure la magia. Quizá la próxima semana este escribiendo acerca de lo animal que resultó ser G, pero por ahora quiero creer que el me ama tanto como yo lo amo a él. Quiero pensar que él también siente mariposas en la panza al verme. Quiero pensar que G también quiere pasar su vida conmigo.


Sin embargo, esto no será así. En poco más de un mes dejo el país y me enrumbo en una aventura que espero me ayude a madurar y a encontrar a alguien que pueda hacerme completamente feliz, alguien hecho para mi.


Pero, por ahora, quiero pasar cada minuto que me queda aquí cerca de G. Quiero disfrutarlo, quiero amarlo, quiero hacerlo mio a cada instante. G me hace temblar, me estremece. G me ha enamorado de nuevo. Quiero tenerlo -mientras pueda- solo para mi.




miércoles, 23 de septiembre de 2009

Recuperando mi corazon de lucuma.


¿Y como te sientes al respecto?, dice mi psicoanalista fingiendo interés.

He perdido la cuenta de cuantas veces la he escuchado decir esa frase.

Pues, ¿cómo me siento? Hasta el culo, obviamente.


Una vez más estoy tratando de superar una decepción amorosa y, para mi desgracia, los pasos que solía seguir no me están ayudando lo suficiente. Sobre todo el paso 8 –que solía ser el más eficaz-, no dio los resultados que yo esperaba.

Se ha ido, se ha ido por fin. Sabía que en algún momento se iría de pero no estaba preparada para ello. Es por eso que vuelvo a donde estoy ahora, recostada en un sillón –bastante cómodo- frente a una tía que no conozco y que finge interés por mis dilemas existencias –claro, siempre y cuando le cancele lo acordado después de cada sesión-.


He dormido mucho. He comido demasiado. Me he emborrachado hasta el letargo y he cometido algunas imprudencias de las cuales nos sería sensato hablar aquí.

Aún lo amo, sería inútil negarlo. Lo extraño, me hace falta tenerlo, besarlo, saberlo mío.


Pero –felizmente- cada vez me duele menos, cada minuto es menos largo, cada noche es menos triste. Al menos tengo mil cosas en las cuales ocupar mi tiempo: las clases, los exámenes, el trabajo, el taller, la semana universitaria, la terapia física (sí, hago terapia física porque tengo una hernia en la columna), la “otra” terapia –como prefiero llamarla, antes que “terapia” psicológica-, mis amigos y –por supuesto- este blog. Este blog que, gracias al cielo, existe y me da la válvula de escape que necesito hoy más que nunca. Este blog que es testigo de lo bien y lo mal que lo puedo pasar. Este blog que me deja desahogarme. Este blog que es mi diario de sueños y verdades. Este blog que me ha traido serios problemas. Pero sobre todo, este blog que es lo que soy, lo que quiero ser y lo que –¿quién sabe?, quizás- algún día llegaré a ser.

Por lo menos, ya veo una luz al final del túnel, una esperanza de volver a ser feliz.


Aparece –o quizás toma brillo, pues siempre estuvo ahí- un personaje en mi vida. Un muchacho que empieza a llamar mi atención. Un veintiañero gracioso y elocuente que ha logrado sacarme algunas risas últimamente –cuestión sinceramente imposible estos días-.

No sé si le guste. No importa demasiado. Lo que importa es que tengo una nueva esperanza, una nueva ilusión, una razón para maquillarme en las mañanas y ésta razón toma la forma de M.

lunes, 7 de septiembre de 2009

My First Time


Me encuentro de un taxi camino a un conocido chupódromo de lima llamado “las tías”. Mientras me maquillo, GJ me habla indignado sobre lo insegura que se ha vuelto nuestra ciudad.


Llegamos y mi rostro se ilumina al encontrarme –después de varios años- con un puñado de amigos de infancia. Algunos están más gordos, otros han adelgazado, a unos cuantos se les ve más viejos y unos tantos más siguen exactamente igual a como los recordaba.


Una voz conocida dice en voz alta: “dos jarras, por favor” y da inicio a lo que fue una bomba de las que no tenía hace mucho tiempo.


Jarras van, jarras vienen y, de pronto, todos nos quedamos sin efectivo. Porque he de decirles que en éste populoso antro surqueño no aceptan tarjetas.


Indignados y bastante zampados, nos retiramos a “la barra”; otro covacha surqueña donde si aceptan tarjetas –lo cual nos permite beber y pagar indefinidamente-.


Ahí estaba yo, bailando, cuando siento una mano en la cintura que me atrae hacia si. Volteo asustada y dispuesta a abofetear al atrevido cuando me doy con la sorpresa de que se trata de JC, un muy querido amigo de infancia que pertenecía al grupo de borrachos con los que había estado compartiendo.


“¿Fumas?”, me dice al oído.


Nunca antes había fumado marihuana ni había ingerido ningún otro tipo de droga ilegal, pero debo admitir que siempre había sido victima de la curiosidad normal de cualquier adolescente. El morbo hacía lo ilegal, hacia lo prohibido, hablo por mí.


“Dale, pero explícame como es la huevada, porque yo no sé”, respondí sin titubeos.


Nos desplazamos hacia un lugar más apartado, donde las sombras se volvieron testigos de lo que fue mi “primera vez”


“nada”, le comento fastidiada a JC. “No puedo”.


JC coge la pequeña pipa que me había prestado hacía menos de dos minutos y me enseña, con mucha paciencia, como fumar la tan deliciosa hierba de la que todo mundo me hablaba.


Dos pitadas y, de pronto, un agente de seguridad se acerca a nosotros para informarnos que está prohibido fumar –ya todos sabíamos qué-.


Nos reunimos de nuevo con nuestro dipsómano grupo de amigos.


Risas, vasos y jarras van y vienen.


Estoy completamente agotada de tanto bailar –pues no sé si lo sepan pero yo no bailo a menos que esté bastante borracha, como era el caso-.


Me siento y exclamo un “salud” al que todos responden gustosos.


En eso siento una mano cogiendo la mía. Volteo asustada y una vez más me encuentro con JC.


“Anda al baño”, me recomienda JC y entonces caigo en la cuenta de que no me estaba cogiendo la mano sino que me estaba alcanzando la pequeña pipa y el encendedor.


“gracias”, le digo contenta mientras me levanto y voy al baño de damas.


Una vez adentro le doy dos “toques” y decido que es suficiente por esa noche. Me miro en el espejo y noto que tengo los dientes sucios, con pequeños puntos verdes, que asumo son producto de la hierba.


Me enjuago la boca, me retoco el labial y salgo a continuar con la fiesta.


La noche terminó sin mayores sobresaltos, para mi decepción.


Bebí y bailé un rato más y luego mis amigos decidieron ir a una fiesta un tanto lejos, moción que rechacé amablemente mientras que me despedía de ellos.


Llegué a mi casa y caí profundamente dormida.


Estoy decepcionada, esperaba mucho más de la famosísima Marie Jane de quién todo mundo me hablaba. No sentí nada, absolutamente nada. Solo obtuve un sabor amargo, dientes sucios y mal olor.


La hierba no va conmigo, me di cuenta el viernes. Si voy a romper las reglas y arriesgarme a hacer algo prohibido y poco aceptado socialmente espero, al menos, un poco de diversión a cambio.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

until death do us part?


Campanita escribe:

Te llamé.

Esta todo bien? Noto que te sientes incomodo conmigo y lo lamento. Me hubiera gustado que las cosas fuesen distintas.

Espero que todo este bien. Espero saber de ti.

Un beso.


A escribe:

No me siento incómodo por ti, sino por estar haciéndote pasar todo este calvario, no te lo mereces y yo soy un estúpido.

Te ruego me perdones.

Te quiero mucho.

Un besote.


¿Alguien me puede explicar qué es eso? ¿Es acaso una despedida?


¿Y qué carajo pasó con todo ése puto floro de “te quiero más de lo que crees” y “until death do us part”?


Bullshit!


Todo fue una vil farsa, un cuento barato para meterse en mi cama.


Y al leer esto A debe estar pensando: “Qué se cree ésta mocosa? ¿Acaso piensa que yo no siento, que yo no tengo sentimientos?”


Pues si, mi estimado A, eso es precisamente lo que pienso ahora. Y sé que probablemente me esté equivocando pero, sinceramente, no puede importarme menos.


Porque pensé –pero claro!, olvide que yo no debo pensar-que toda esa mierda que alguna vez me dijiste era cierta. Porque creí, porque te creí.


Y no. No tienes la culpa. Soy yo la que decidió creerte, la que decidió confiar en ti, la que decidió entregarte su corazón por completo y permitir que hagas con el lo que quisieras. Fui yo la que hecho a un lado su escudo, la que dejo en el suelo sus armas. Fui yo la que se quedó completamente desnuda en frente tuyo, la que se despintó las uñas. Y si quedé vulnerable, si quedé indefensa, fue únicamente porque así lo decidí yo.


Porque, después de tantos tropiezos, de tantos contrasuelazos, aún no entiendo que no debo deshacerme de mis armas, que no debo involucrarme, que no debo querer. Aún no entiendo que esa gastada y sucia frase de “jamás te haría daño” es solo una burda mentira para meterse en tu cama.


Pero algo bueno tuvo que salir de todo esto y es que fui –aunque sea unos momentos- inmensamente feliz y eso, mi querido A, debo agradecértelo a ti.


Además… en este juego no fui yo la que te perdí, fuiste tú el que me perdió.

jueves, 27 de agosto de 2009

El error más hermoso

Me he pasado la vida preguntándome por qué demonios siempre me fijo en los tipos más patanes del mundo y hace unos días encontré la respuesta.

El punto clave para mi revelación fue una película titulada “Simplemente No Te Quiere”.

No estoy aquí para hacerle publicidad a la película –como si alguien leyera esto- así que no lo haré, pero si puedo decir que quién hizo esta cinta definitivamente tenía muy claro el comportamiento de los hombres y de las mujeres –probablemente la hizo un gay-.

Frases como: “Si te trata así de mal es porque se muere por ti y no sabe cómo llamar tu atención”, “Si te ignora es porque le gustas demasiado” y “Terminó contigo porque eres demasiado madura para él y se siente intimidado” definitivamente son determinantes para la mente femenina empiece a creer que el hombre que esté interesado en ella tiene que ser, necesariamente, un cretino sinvergüenza.

Yo, en particular, siempre me enamoro de cretinos sinvergüenzas. Y es que, por lo general, los patanes no se muestran patanes desde el principio –o quizá soy yo quien se empeña en verlos perfectos-. El patán, en mi experiencia, se presenta como un valiente caballero sobre blanco y brioso corcel y luego, poco a poco, va quitándose la armadura, va despeinándose, va ensuciándose y termina –una vez que ya te tomó la confianza suficiente y, claro está, ya se metió en tu cama- mostrándose como el cavernícola maleducado y sin sentimientos que en realidad es.
El ultimo patán del que me enamoré –y por el cual estoy en franco proceso de recuperación- fue un patán un tanto inusual.

Se mostró desde un principio como el cavernícola que es y, por alguna razón inentendible, eso me atrajo fatalmente -algo me decía que este cavernícola tenía sentimientos, algo me decía que éste cavernícola me quería-. Claro, yo sabía que el hombre era un troglodita así que tampoco es que me pueda quejar demasiado de su comportamiento tosco y bárbaro. Sin embargo, yo pensaba –sinceramente- que el tipo sentía algo por mi (eso parecía).

Quizá sea muy complicado eso de “querer” y, probablemente, muchas veces uno pueda hacerle daño a alguien que “quiere” aun sin la intención de hacerlo, no lo sé.

Alguien a quien quise mucho me dijo una vez: “El que esa persona no te quiera como tú quieres que te quiera no significa que no te quiera con todo su ser” –o algo por el estilo-. Quizá eso es precisamente lo que pasa con éste sujeto. Quizá lo que pasa es que no logro entender su manera de querer.

El problema, mis escasos lectores, es que yo sólo conozco una forma de querer y es “queriendo con todo”. Lamentablemente esa forma mía de querer es algo peligrosa –y hasta destructiva-. Yo solo se querer hasta las lágrimas, conmigo no hay términos medios. Yo solo sé querer hasta que duela, hasta sangrar, hasta morir.

A de ser por eso que se me hace tan complicado creer que este tipo puede quererme aunque sea un poco, porque –definitivamente- el tiene otra forma de querer.

Con él y gracias a él he pasado las situaciones más placenteras, divertidas, adrenalínicas, excitantes, raras, incomodas, dolorosas y humillantes. Con él me he sentido la mujer más feliz del mundo y la peor escoria del universo. Con él he sido inmensamente feliz y terriblemente desdichada. Con él me he sentido la mujer más amada y el ser más insignificante. Con el he sangrado de dolor y de placer. Con él me ha dolido la panza con solo darle un beso y se me ha desgarrado el corazón con solo verlo marchar. Él ha sido mi ángel guardián y mi verdugo impaciente. Él ha sido lo que siempre supe que era: el error más hermoso de mi vida.

martes, 18 de agosto de 2009

El regreso y despedida de A.


Qué mal te queda ese color, dice A resuelto. Te vez amarillenta.


Yo mientras tanto no puedo despegar los ojos del pequeño juego de mis dedos y la antena de mi nextel.


Estamos sentados en un otrora concurrido café y acabamos de vernos luego de algún tiempo.


Se burla de mi corte de pelo –quién no- y me cuenta alguna tontería.


“Ya son las 10. Me tengo que ir”, concluye tranquilamente y yo no puedo más que responder un ahogado “ok” sin quitar la vista de mis manos.


“Me gustaría llevarte a tu casa pero… no quiero que pase nada. Ya sabes.”


Claro que sé, pienso y sin embargo no respondo.


-¿Te acompaño a tomar un taxi?


-Me quedo, gracias.


-Lo siento, me dice algo apenado y se levanta para darme un beso en la cabeza y marcharse.


No tengo idea de cuánto tiempo pasé mirando mis dedos y llorando sin parar.


Siento que me muero, siento que algo dentro de mí se desgarra lentamente. Siento que no puedo parar de llorar.


Las luces se apagan y caigo en la cuenta de lo tarde que es. Entonces llamo a SPRTN.


-Aló??


-Hola, ¿Qué haces?


-Camino a la noche de Barranco.


-Ah… bueno, fue.


-¿Qué? ¿Qué pasa?


-Nada. Siendo sincera quería tirar pero no puedes así que ya fue. Hablamos.


Soy una puta, ¿no? Bueno, no tengo que decirlo para que se den cuenta.


A me dejó, terminó conmigo –si es que alguna vez hubo algo, claro está-.


Me duele. Me duele enormemente. Me duele físicamente.


Me enamoré como una estúpida, como si no supiera lo mal que me iba a ir. Me enamoré pánfila, calzonuda, torpemente. Me enamoré perdidamente. Me enamoré y ahora siento que se me desgarra el alma.


A por fin ha caído en la cuenta de lo peligroso que era todo esto, de lo mucho que arriesgaba y de lo poco –muy, pero muy, pero muy poco- que estaba recibiendo a cambio. No vale la pena arriesgar tanto por tan poco, no lo culpo.


No lo culpo y sin embargo no puedo evitar que me duela tanto, que me duela físicamente, que me duela letalmente. No puedo evitar que me haga daño verlo, que me haga daño hablarle. No puedo evitar amarlo como lo amo.


En verdad espero que sea feliz, que sea pleno. Espero que logre todo lo que quiere, que sea dichoso y que la vida le de lo que se merece: felicidad.


Espero que piense en mí aunque sea una vez y me recuerde linda, sonriéndole.


Pero mientras tanto no puedo controlar el dolor dentro en mi pecho. Verdaderamente siento que me muero. Necesito alejarme. Necesito irme. Necesito estar lo más lejos posible de aquí, de él. Esperemos que tenga suerte y pronto pueda decirle adiós a todos sus recuerdos. Esperemos que pronto pueda irme de aquí.

lunes, 17 de agosto de 2009

El peor corte de pelo


Estoy a punto de dormir. Tirada, cual sapo verde y viscoso, sobre mi cama caigo en la cuenta de que ya deben de ser casi las 11 de la noche y, para variar, no estoy de juerga. No señores, no. Es viernes por la noche y no me estoy embriagando en algún antro de lima, sino que –contra todo pronóstico- estoy recostada sobre mi cama leyendo por quinta vez el penúltimo libro de la saga de Harry Potter.


Pienso -solo para torturarme-en lo mucho que debe estar divirtiéndose A y, claro, en lo mucho que debe haber tirado estos días. Porque, sin duda, cuando uno se va de viaje a otro país –ya sea solo o acompañado- eso es lo que hace: tirar. En fin. Interrumpo mi intelectualísima lectura y me preparo para dormir cuando, de pronto, suena “Yo te diré” de Miranda, canción predestinada en mi celular para las llamadas de A y para mi despertador matutino.


Puto despertador, pienso sin caer en la cuenta de que no puede ser mi despertador ya que es casi media noche. Rápidamente busco mi teléfono y al encontrarlo siento como mi corazón se detiene por dos segundos y luego empieza a palpitar el triple de rápido de lo habitual.


Es A.


Sujeto fuertemente mi teléfono y salgo corriendo hacia la sala para contestar con un emocionado “hola” que parece intimidarlo. Hablamos durante un buen rato y al colgar estoy tan excitada de la emoción que no puedo cerrar los ojos en toda la noche. A la mañana siguiente la felicidad no se me puede borrar de la cara e incluso algunos de mis amigos más cercanos se atreven a preguntar si me he echado un polvo matutino, por lo radiante de mi sonrisa.


Quiero -necesito- ser la niña más linda del mundo para el lunes en la noche, momento en el cual-por fin- volveré a ver a A. Es así que acudo presurosa a “Toque X”, un centro de belleza ubicado en la av. Shell, en Miraflores.


Pido manicure y un corte -como siempre- y mientras que me lavan el pelo pienso en lo linda que me quiero ver para A.


Le indico a la estilista que me recorte las puntas y mantenga la forma de mi corte, así que me relajo mientras ella hace su trabajo. Veo como van cayendo los mechones de pelo en el suelo y –solo por un momento- sospecho que, quizá, esté siendo demasiado. Veinte minutos más tarde y después de haberle pedido que me recorte el acostumbrado flequillo de medio lado, me horrorizo al encontrarme en el espejo con el peor corte de pelo de la historia.


Rompo en llanto.


Soy cualquier cosa menos la guapa mujer que quería ser. Estoy totalmente segura de que A me verá y saldrá corriendo -no lo culpo, yo haría lo mismo-. Soy un monstruo, un elefante de circo gordo y melenudo.

No quiero ver a nadie.


No quiero ver a A.


Muero de vergüenza.


¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Trágame tierra, por favor!!!!!!!!!

martes, 11 de agosto de 2009

El hombre Perfecto


Llevo años en busca del hombre perfecto y, cada vez que creo haberlo encontrado, algo pasa y termino tirada como un sapo verde y obeso en el sillón de mi departamento, comiendo helado con cucharón sopero y viendo “El diario de Bridget Jones”.


Un día, hace no mucho, me dí cuenta de que el hombre perfecto si que existe.


El hombre perfecto es tan solo un año mayor que yo y lleva casi 2 años tratando de conquistarme. El hombre perfecto es alto, de cabello negro azabache y ojos rasgados. El hombre perfecto es un buen estudiante, un excelente hijo y el mejor de los amigos. El hombre perfecto conquistó a mis padres apenas los conoció. El hombre perfecto es amigo de mis amigos y camarada de mis hermanos.


El hombre perfecto es solvente, viene de una buena familia y es muy bien educado. El hombre perfecto jamás demuestra si está celoso, nunca me prohíbe nada, siempre acepta con una sonrisa mis caprichos más excéntricos y, definitivamente, moriría antes de hacerme daño. El hombre perfecto me ha perdonado los mil y un desplantes que le he hecho y siempre regresa a mi, aunque sea yo quien tuvo la culpa.


Lamentablemente, el hombre perfecto es “tan perfecto” que lo siento inhumano, es “tan perfecto” que no siento nada por el.


Quisiera poder enamorarme del hombre perfecto, del hombre que siempre he deseado, del hombre que siempre he soñado. Y sin embargo, a pesar de que existe y que tengo –quién sabe como- la suerte de que esté enamorado de mi, no puedo –por más que intento- enamorarme de él.


Estoy enamorada, si. Pero estoy enamorada del hombre más imperfecto del mundo.


El hombre que amo es casi 20 años mayor que yo y me tomó varios meses lograr que se fije en mi. El hombre que amo tiene una hermosa cabellera entrecana y ojos color del tiempo –que me derriten cada vez que me mira-. El hombre que amo apenas conoce a mis hermanos y no es del agrado de mis amigos. El que amo no conoce a mis padres y nunca los conocerá.


El hombre que amo es un animal y lo amo cada vez que se comporta como tal. El hombre que amo se pone histérico de celos si salgo con otro tío a pesar de que no tiene derecho a reclamarme nada. El hombre que amo discute conmigo, me hace entrar en razón y –a veces adrede y a veces sin querer- me hace sufrir. El hombre que amo es el motivo de todas mis lágrimas. El hombre que amo parece haberse olvidado de mí y estoy cada minuto más enamorada de él.


El hombre que amo no es para mí y, definitivamente, yo no soy para él.


El hombre que amo no es el hombre perfecto, es el hombre que amo.


jueves, 30 de julio de 2009

Cómo terminar con tu novio y no morir en el intento


Hace no mucho G y yo terminamos. Sería más exacta diciendo que YO terminé con él pero así no es como se expresan las personas decentes y de bien. Los adultos siempre dicen: “Hemos terminado”, “Decidimos terminar” o alguna hierba similar y ya que precisamente eso es lo que vivo intentando ser –un adulto- diré que G y yo “decidimos tomar caminos distintos”.


Ya se imaginarán lo difícil que fue dejarlo. Lo quería, no tiene sentido negarlo. Dejarlo fue, sin duda, dejar también una parte importante de mí. Claro, estamos hablando de la parte perdedora, estúpida, crédula, mentecata, de mi parte pánfila con la que –a pesar de todo- me había encariñado enormemente.


Sin embargo, estar con G me estaba haciendo mucho daño y para ser sincera no estaba dispuesta a seguir soportándolo. Y que quede totalmente claro que cuando digo que no estaba dispuesta a seguir con él no se trata de un acto de amor propio, de dignidad, de autoestima o de –por lo menos- vergüenza, no señores. Como ya todos sabemos ésas son virtudes inexistentes en mí. La única razón por la que decidí alejarme de G es que –por increíble que parezca- ya no lo amaba. Como ya lo dije en un post anterior, G se encargo de que todo el amor, la pasión y el deseo que en un momento sentí por el se esfumará de mi para dejar en su lugar un amargo sabor a “la cagaste”.


A pesar de todo, terminar con él fue dificilísimo – casi un parto-. Así que para superar ése trance natural que suponen todos los rompimientos he aquí diez sencillos pasos para terminar con tu novio y no morir en el intento.


PASO 1: BORRA SU(S) NUMERO(S) DE TU AGENDA.


Toma tu celular y borra sus números telefónicos. El de su(s) celulares, el de su casa, el de su trabajo, todos! Si posees –como yo- una memoria sumamente frágil para los números telefónicos esto te ayudará a no llamarlo, a no volver, a no caer otra vez. Ahora, si en cambio eres una persona con una memoria prodigiosa y no puedes sacar su número de tu cabeza, pues empieza a darte martillazos en el cráneo y seguramente en poco tiempo ya no podrás recordar nada.


PASO 2: DESAPARECE SUS COSAS.


No es necesario que las botes o las quemes, los recuerdos siempre van a ser lindos cuando sólo son eso: recuerdos. Pero mientras su ropa, sus cartas, sus regalos y demás signifiquen algo más que recuerdos para ti deberías encargarte de que estén en un lugar donde no te los topes a cada rato (mucho mejor si están fuera de tu alcance). Encontrarte con su camisa en el closet o su cepillo dental en el baño sólo hará que sientas su presencia, lo extrañes e inevitablemente… lo llames.


PASO 3: ¡HELADO EN TONELADAS!


Éste es el paso más divertido, más productivo y con más calorías. Compra unos buenos de litros de tu helado favorito y coge una cuchara –o mejor un cucharón-. En mi experiencia el helado de fresa es el mejor para pasar las penas de amor, pero cada quien con sus gustos. Instálate frente al televisor y mira las películas que se te antoje mientras comes todo el helado que desees. Si buscas consejo cinematográfico te puedo sugerir: “cansada de besar sapos”, “el diario de Bridget Jones (1 y 2)” y “Jamás besada”.


Nota: No olvides tener un paquete de klennex contigo, no querrás levantarte a media película para buscar uno –y créeme que lo necesitarás-.


Nota2: ¡Cuidado con éste paso! Tiempo máximo de duración: 3 días. El exceso en el tiempo máximo establecido constituye un grave peligro para el proceso de recuperación y para la silueta de la paciente.


PASO 4: ¡A BAJAR LAS CALORIAS GANADAS!


Una vez que ya lloraste todo lo que te dio la gana y que ya tragaste todo el helado que quisiste es hora de perder las calorías ganadas, no queremos que tu ex te encuentre gorda y desmondongada la próxima vez que te vea. Matricúlate en un gimnasio cerca de casa y queda con una amiga para correr todas las mañanas. Hacer ejercicio –aunque vaya en contra de mis principios morales y religiosos- es una buena alternativa para mantener la mente ocupada y, más importante aún, para bajar todas las calorías adquiridas durante el paso anterior.


PASO 5: HAZ PLANES CON TODO EL MUNDO.


Ve al teatro, al cine, a embriagarte. Haz planes con tus patas más juergueros –que para eso sirven-. Llena tu agenda con pendientes, dile SI a todas las invitaciones que te lleguen. Olvídate de los prejuicios y sal con todos los chicos que se te antoje. No tienes que agarrartelos a todos. Coquetea, diviértete, pásala bien –que hace tiempo que no lo haces y, sinceramente, te lo mereces-.


PASO 6: SHOPPING TIME!


Es hora de comprar toda esa ropa que él no te dejaba usar. Vuelve a las minifaldas y a las blusas escotadas. Comprar es definitivamente una terapia y te ayudará a olvidarte del mundo por un buen rato. Además, comprar siempre nos pone de buen humor y terminarás tan cansada que llegarás directamente a la cama.


PASO 7: CAMBIO DE LOOK


Te cuidado con éste paso. Un cambio de look poco pensado podría tener consecuencias catastróficas. Busca una buena peluquería y hazte un corte moderno y casual. Depílate y hazte un diseño atrevido en las uñas. Recuerda que bien podrías cruzarte con el cretino de tu ex y querrás mostrarle el lomazo que se le fue de las manos. Además, quién sabe donde y cuando encontrarás al amor de tu vida así que más vale estar regia!


PASO 8: PASA UNA NOCHE LOCA


Sé que suena algo inmoral y que puede herir algunas susceptibilidades, pero pasa una noche verdaderamente loca! Los yankees –sé que no es una buena referencia, pero en fin- tienen un dicho bastante aplicable al tema en concreto: “The Only way to get over a man is getting under a man”. Así que ponte una minifalda provocativa, una blusa escotada y tacones altos. Suéltate el pelo y levántate a quien más te guste –eso si, con las precauciones del caso y teniendo muy pero muy en cuenta que NO VALE INVOLUCRARSE!-. Qué importa lo que piense el mundo, tu haces lo que te da la gana!


PASO 9: ESTABILIZATE.


Luego de haber pasado por todos los “picos” necesarios para superar una pena de amor, relájate un poco y estabiliza tu vida. Ordena prioridades: la universidad, la chamba, la familia, los patas,… No tienes que volver a la rutina pero en este punto te darás cuenta de que puedes tener un ritmo de vida sin que “tu ex” este dentro de él.


PASO 10: EN BUSCA DE OTRO SAPO AZUL.


Ahora que ya lo sacaste de tu cabeza y ya te divertiste todo lo que quisiste con todos los chicos que te dio la gana estás lista para encontrar a otro cretino que te vuelva a hacer sufrir. Bueno, ¿qué esperabas? De eso se trata, de reír y llorar luego.